El botijo, como sabéis, es un recipiente que conserva la frescura del agua en su interior. No solo eso: el botijo no consume energía, no genera impacto alguno en el medio ambiente, es mucho más sostenible que las botellas de plástico o de aluminio…
Los físicos explican las propiedades del botijo con una sencilla ecuación en la que intervienen diferentes variables: masa del agua, temperatura, tiempo, coeficiente de convección, superficie del botijo, humedad de saturación, coeficiente de transferencia de masa para el agua… Apasionante. ¿Sí o no?

En cuanto al porrón de vidrio, su origen es muy interesante. La mayoría de expertos sitúan este origen en el “ritón” romano – una especie de copa en forma de cuerno – protagonista de orgías y bacanales. El mayor estudioso del porrón es Joan Amades, en su obra El porró (1938). Amades confirma que se han hallado restos arqueológicos donde el “ritón” luce un agujero en la punta, lo que indica que se utilizaba de las dos formas, como copa, y a modo de porrón. Pero algo le faltaba para perdurar en el tiempo, más allá de las orgía y ese algo fue: el depósito, es decir, la botella para descansar sobre una superficie y no derramar su contenido. El pragmatismo originó la fusión de dos elementos: botella y cuerno. Hay pruebas de que esa fusión se produjo entre finales del siglo XIV y principios del XV. A este híbrido se le llamó porrón y el más antiguo que se conserva está en Poblet (Tarragona, España).

En el Diccionario de la Real Academia aparece por primera vez en su edición de 1737, con el significado: “vasija de tierra, que ordinariamente se usa para traer y tener agua.”
Es en 1817 cuando deja de ser de tierra e incorpora “un tubo para beber.” En 1852 su significado es más acorde con la idea actual de porrón “especie de redoma de vidrio que se usa para beber el vino por el pitón” Del acto físico de levantar el brazo deriva la expresión “empinar el codo.”
Alejandro Dumas en 1872, en su libro De París a Cádiz, menciona cómo en tierras de Aragón se bebía con una botella de cristal (con una caña en la embocadura) que los lugareños denominan “a gargallo” – En nuestra lengua vernácula “beure al gallet”

Hay quien vacian el contenido del porrón en sus vasos, pero por la boca, no por el pitorro, “porque así se tarda mucho”. Mal hecho. Se bebe en porrón porque la bebida cunde, dura más y propicia la sociabilización.
Desgraciadamente el uso tradicional del porrón se ha perdido. Hay quien piensa que beber así es de paletos. Craso error. Es tradición. Y muy refrescante. Y no solo eso. El porrón es parte de nuestra historia.
Reivindico la vuelta del porrón. Y sobre todo reivindico, la técnica tradicional para beber del porrón: hay que mantener la distancia entre boca y pitorro, sin mancharse. Y jamás puede entrar en contacto el pitón con los labios.
