No es verdad que haga frío cuando vienen. En realidad, notas calidez. Tengo el vello erizado, eso sí es verdad. Pero frío, no hace. Tampoco es verdad que abran puertas o que lancen pelotas blancas escaleras abajo.
Lo primero que he notado es como unas cosquillas en la cabeza. No. Cosquillas, igual no. Es más bien una pequeña electricidad en la cabeza. Como si alguien me acariciara la coronilla, como cuando era niña. ¿Recuerdas, tío Eduardo? Cómo os reíais la tía y tú cuando yo era peque y os argumentaba que E.T se podía pronunciar de dos formas muy diferentes: “ete” y “eté”. Pero por más que las repetía, no veíais la diferencia y estuvimos toda la familia riendo hasta llorar.
Dos años ya, tío Edu. Dos años. Al menos pude despedirme de ti justo la tarde antes de. ¿Y tú, yaya, también has venido? Ya. Lo sé. No debería asustarme.No puedo evitarlo. No, no. No te vayas. Te echo de menos. Sé que eres tú quien me cuida siempre, no mientas. A veces noto ese olor a muñecas tan tú.
Es Navidad y esto no es lo mismo sin vosotros. Vale, te prometo abrigarme bien, yaya. Sí, la bufanda también. Volved pronto.
Prometo no asustarme.